«Necesitamos una ciencia menos soberbia y más sensible al sufrimiento de la gente y a las desigualdades sociales»
GABRIELA JIMÉNEZ RAMÍREZ
Ministra de Ciencia y Tecnología 
Esta advertencia que hace el autor del libro «La ciencia sin freno» es un alto para repensar el para qué de la ciencia: https://bit.ly/3tlcXHn.
¿La ciencia crea conocimientos para mantener el orden social dominante?, ¿o para cubrir derechos y abordar necesidades?
El argentino Guillermo Folguera nos hace reflexionar en cómo el poder del capital domina la ciencia. La ciencia moderna/colonial se ha dedicado, por siglos, a resolver los problemas del capitalismo (las enfermedades del capitalismo, la productividad del capitalismo, las hipernecesidades creadas por el capitalismo). Lo más terrible: aborda problemas, pero no aborda las crisis. Así la ciencia termina apoyando a un sistema de muerte.
¡Sí! Estamos padeciendo las consecuencias intensificadas de una multiplicidad de causas que involucran ciencias y tecnologías, tanto en su origen como en posibles alternativas.
Como procesos sociales, las ciencias y las tecnologías no son dinámicas desinteresadas; son espacios en disputa que responden a la lucha de clases, a utilidades del capitalismo, a guerras, a dinámicas de colonización. El objetivo de la ciencia pareciera ser explicar, predecir, ‘intervenir’ para alimentar el sistema. El propio Engels observaba una estrecha relación entre la emergencia de la ciencia moderna/colonial y la emergencia del capitalismo.
La ciencia hace guiños a las corporaciones. El coqueteo ha sido evidente en esta pandemia, con la geopolítica de las vacunas. Las ciencias y las tecnologías han sido creadas bajo la lógica dominante del capital. El mercado hace lo que quiere.
Aquí coincido con Folguera: urge una ciencia otra que explique menos y escuche más; que busque comprender el mundo más allá de nuestro mundo, para transformar; que aprenda a trabajar desde la solidaridad; que investigue las causas del sufrimiento y contribuya para cambiarlas; que reconozca los límites de lo que sabemos y lo que no; pero sobre todo que respete los flujos vitales.
Difiero con el investigador, cuando dice que las ciencias han sido adaptadas y modificadas por el carácter neoliberal del capitalismo. La epistemología de la dominación que expresa la ciencia no es un accidente, sino una consecuencia de la forma misma de la ciencia. ¡No es una deformación!
La ciencia moderna/colonial se hace con conciencia de superioridad, de universalidad, de racismo. De entrada, la ciencia se plantea superior a la naturaleza, capaz de dominarla y controlarla, resintetizarla, para luego decir que se “progresa”. La racionalidad de la ciencia tiene las coordenadas del hombre blanco, europeo, laico y hetero sobre naturaleza, sobre la mujer, sobre los distintos; la razón sobre cultura; la civilización sobre la barbarie; la ciencia sobre otras formas de conocimiento que podrían ayudar a vivir bien.
Cuando abordamos políticas públicas, las ciencias y las tecnologías requieren ser repensadas. Así: en plural. «Esto último no es una mera formalidad: es el reconocimiento de que los criterios técnicos que se consideran u omiten ante cada problema podrían ser otros. Preguntarse por qué se consideran algunos y se ocultan otros también es preguntarse acerca de las decisiones y del poder».
Como alguna vez leí, las teorías, los métodos son administradores de silencio. Necesitamos patrones de conocimiento que abran ventanas para que la transformación, la emancipación y lo necesario fluyan.



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